Creo que como siempre ocurre con las cosas de los humanos, cualquier evento se transforma con el paso del tiempo en una caricatura interesada de lo que pretende significar.
El que tenga reaños, que le pregunte a sus hijos poco antes de darle la última Play Station, qué es lo que se celebra. Pero de verdad. No vale que digan "el nacimiento del niñito Jesús". Eso si es que lo dicen.
La Navidad. Ese hecho puntual que ocurrió un día (a saber cual) y que con el paso de los años se va extendiendo hasta ya casi hacer coincidir su inicio poco tiempo después del final del verano.
La realidad es que se ven cosas que nos van poniendo en modo navideño desde el mes de octubre. Tras el día de Todos los Santos la cosa ya no admite disimulo, pero es tras el día de la Purísima, a principios de diciembre cuando ya no hay vergüenza en mostrarlo, ya es Navidad, ya está todo permitido en nombre de la Navidad.
Ya se pueden cometer todos los pecados que "casualmente" prohíbe la religión en la que la Navidad esta basada.
Soberbia de pensar que somos mejores que el resto de nuestros amigos y vecinos. Nuestro árbol tiene que ser más grande, con más bolas y luces, nuestra ciudad tiene que ser la que más millones de luces de leds tenga en sus calles, la que tenga el belén más grande, gigante si puede ser. No importa que con el dinero que eso cuesta se pueda dar de comer a un montón de gente.
Avaricia por tener más regalos, por comprar más ropa que no necesitamos, por comprar unos regalos desmesurados a niños que no tienen ni idea de qué es lo que está pasando, pero ya empiezan a integrarse en la sociedad del consumo irracional. Es un buen momento para potenciar la Ludopatía. Sí, ludopatía se llama a cuando te metes en el mundo de la Lotería y el juego en general, las rifas para Cestas de Navidad y lo peor de todo es que está mal mirado el que se juega unos euros en la tragaperras del bar, pero el que compra un montón de décimos de lotería tiene el visto bueno de la sociedad, incluso su admiración. Cuando toca un premio además no hay ninguna vergüenza en bajar a la calle y darle rienda suelta a la "alegría" a base de alcohol en presencia del que allí esté, niños incluidos.
Lujuria. Bueno, quizá este nos lo podríamos saltar si no contamos en qué se gastan los premios que puedan tocar. Pero esto en realidad ocurre todo el año.
Ira, cuando como consecuencia de todos los gastos que hemos tenido en ese nefasto mes de diciembre a efectos económicos, resulta que en enero hay que hacer restricciones, porque nuestra economía no daba para tanto. Pero claro, había que comer Gamba de Huelva en Nochebuena ¿no?
Gula. Bueno, aquí creo que no hay ninguna duda al respecto. ¿En que momento del año comemos o cenamos así? Y más aún, ¿qué cuerpo puede admitir de forma coherente una comida de Navidad tras una cena de Nochebuena? Esto es un despropósito de manual. ¿En qué momento de la Historia se introdujo esta costumbre? Y esa cena que normalmente es algo ligero, incluso muy ligero en ocasiones, ¿cómo se puede transformar en una sucesión de platos que ocultan el mantel y cuyo límite es directamente proporcional al tamaño de la mesa?
Envidia es lo que sienten en mayor grado los niños, nuestros niños, porque siempre hay alguno que tiene el juguete mejor que el suyo. Siempre habrá quien vea en las fotos de sus amigos pasadas las fiestas, la cantidad de cosas que tenían en la mesa o de regalos a los pies del árbol. El coche, abrigo o las joyas que le han traído los Reyes. Dirán que son muy bonitas pero por dentro habrá una ligera borrasca contenida y risas falsas saldrán a pasear.
Pereza para empezar a recobrar la "normalidad". Para volver al tiempo en que en la mesa hay un plato de lentejas y bajo el árbol sólo hay tierra.
SOLO HAY TIERRA