Me encuentro con que tengo una pletina que conectar a un nuevo amplificador y previamente la he de desconectar del antiguo.
El problema es que no se qué cable he de cortar en primer lugar para que no pase nada.
Por eso trasladé mis dudas a diferentes Foros y Grupos de amigos y conocidos expertos en opinión cuñadística.
A continuación relato el resultado de las pesquisas.
Resulta que después de escuchar sabios consejos, por fin me he decidido (sea lo que Dios quiera) a cortar el cable azul.
Me he ido al armario y me he puesto el mono azul, las gafas, el casco, la protección bucal, los guantes de soldar y encima los antiestáticos, por supuesto las botas de seguridad con la puntera reforzada con acero del mismo centro de Bilbao y, válgame el Señor, cuando he ido a coger el cortaalambres no estaba en su sitio.
Después de revolver todo el armario, he recordado que recientemente he hecho una mudanza y que utilicé el cortaalambres para recortar la parte sobrante de unas bridas blancas que utilicé para cerrar unas bolsas y evitar que cayeran restos en el interior de la caja de cartón donde las había dejado, pero resulta que lejos de proteger la caja, lo que ha sucedido es que el lugar donde la tenía guardada (la caja) tenía mucha humedad, y al volver a mirar si en su interior se había quedado el cortaalambres he descubierto que el moho se ha apoderado de todo lo que había en el interior que estuviera hecho con fibras naturales.
Esto (las fibras), me ha recordado que llevo bastante tiempo sin deposicionar de forma regular y que justo al lado del edificio del trastero hay una herboristería. Pues allí que me he ido. Le he comentado al herbóreo señor que me ha atendido cuál era mi problema y este me ha dicho: ¿problema? ¡yo si que tengo un problema!. Mire usted. Tengo una brida sujetando estos cables y tengo que quitarlos y no tengo forma de romper la brida.
¡Válgame! exclamé yo.
Pues resulta que yo tengo un cortaalambres en un trastero junto a su herboristería y si usted quiere se lo puedo dejar.
Encantado, me dijo el señor herbóreo, pero… ¿qué hago con la tienda? Si nos vamos la tengo que dejar abierta.
No hay problema , le dije. Yo me quedo mientras a cuidarle la tienda hasta que usted vuelva con el cortaalambres.
Fantástico.
Y se marchó.
Así estaba, esperando, cuando al cabo de unos minutos de pronto empecé a escuchar como unos susurros que provenían de la trastienda. Alarmado porque no cesaban, me atreví a pasar del mostrador y a introducirme en el interior.
Estaba todo muy oscuro pero se escuchaba como un susurro o lamento que procedía de la parte del fondo. Comencé a caminar hacia el sonido. Así rebasé varios barriles de algo que olía muy mal, como a pescado en salmuera. Unos pasos más allá tropecé con un cubo que estaba lleno de un líquido viscoso y como con restos de algo sólido y blando. Casi resbalo.
Según iba avanzando, el sonido se iba haciendo más nítido. Era como si algo o alguien estuviera pidiendo ayuda porque se escuchaba entrecortado y mezclado con repentinos golpes de respiración forzada.
No lo dudé en ese momento. Era alguna persona en apuros. Tenía que sobreponerme al pánico que empezaba a apoderarse de mí y continuar.
De esa forma llegué a lo que parecía un ensanchamiento de la sala. No había ningún obstáculo próximo. El paso estaba libre. Al fondo se divisaba un ligero resplandor.
De pronto me di cuenta de que ya no escuchaba ningún sonido. Ninguno. Tan sólo mi respiración. Empecé a pensar que allí no había nadie y que todo lo había imaginado.
Pero la realidad era otra. Había entrado en un pasillo muy estrecho. Apenas podía andar con los brazos pegados al cuerpo. Muy pronto tuve que ponerme de perfil y contener la respiración para poder continuar.
Pero lejos de poder seguir, me quedé atascado entre las dos paredes. Tenía el estómago contraído de contener la respiración y no podía volver atrás. Me había quedado atascado. No podía moverme.
Las gotas de sudor que hasta ese momento habían recorrido mi frente, ahora eran regueros líquidos que me recorrían toda la piel. Mi respiración era apenas un suspiro. No entraba aire en mis pulmones. Mi corazón latía desenfrenadamente.
Estaba al borde del colapso cuando de repente escuché de nuevo la voz que me había hecho entrar en ese lugar. Cada vez era más nítida y más clara.
Mis pulmones se quedaron vacíos. Mi corazón dejó de latir. Mi cuerpo se relajó. Ya nada importaba.
En ese momento escuché de forma muy clara la voz que me dijo: “ni se te ocurra cortar el cable azul. Tus amigos son unos cabrones. Si cortas el azul, a tomar por culo la pletina”.
En ese instante, el señor herbóreo regresó del trastero con el cortaalambres en la mano.
Perdona, -dijo- he tardado tanto porque no encontraba la caja. Había tantas…
¿Te has dormido mientras me esperabas eh?
Y eso fue lo que pasó.
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