Páginas

03 enero 2021

¿Quién escribe los Libros de Texto en España? (Historias de Armadas y Contra Armadas Vencibles)

 ¿QUIÉN ESCRIBE LOS LIBROS DE TEXTO EN ESPAÑA?

(Historias de Armadas y Contra Armadas Vencibles)


 

    Tendemos a creer todas las noticias e historias que vienen de las televisiones, periódicos, radios, Twitter, Facebook, incluso en los grupos de WhatsApp.

      Nada nuevo bajo el Sol. No hay que preocuparse. El mundo va a seguir girando. Esto lo llevamos haciendo desde que salimos de la cueva.


Antecedentes

    A lo que íbamos. En el año 1588 la situación era la siguiente:


   Antes de empezar, es conveniente dejar claro que cuando se nombre a España, se ha de entender que “España” engloba todos los dominios de la “Corona Española” es decir, todos los reinos que eran “posesión” de la Corona de los Habsburgo, los cuales comprendían territorios no sólo en la península ibérica, sino en el resto de Europa, África, Asia, Oceanía y América. Entre otros, la Corona de Castilla, la de Aragón, los Reinos de Navarra y de Portugal, en el norte de África los reinos de Fez, Tremecén, Argel, Túnez, Ceuta, Vélez, Melilla, Bujía, Orán, en la península itálica, los reinos de Sicilia, Nápoles, el Ducado de Milán, en el centro de Europa el Franco Condado, Luxemburgo, los Países Bajos, multitud de islas alrededor de África y en Oceanía, y en América los Virreinatos de las Indias (1492-1535), Nueva España (1535-1821) y Perú (1542-1824). Posteriormente se crearían el de Nueva Granada (1717-1819) y el del Río de la Plata (1776-1810).

 

    Así pues, en España reinaba Felipe II, de la Casa de Habsburgo, segundo de su Nombre, Rey de España. Católico hasta la médula y soberano de un Imperio inabarcable e indefendible ante ataques furtivos.

 

   En Inglaterra lo hacía Isabel I, hija de Ana Bolena, hermanastra de María I (Bloody Mary), hija de Catalina de Aragón y nieta de los Reyes Católicos, ambas de la Casa Tudor e hijas ambas, por parte de padre, de Enrique VIII, el que se inventó el Anglicanismo para separarse de la Iglesia Católica Romana y poder ir a su bola tanto en las cosas de la tierra como en las del cielo.


   Isabel había accedido al trono en 1558 tras el fallecimiento de su hermanastra María I, quien estaba casada con su primo segundo, el propio Felipe II desde 1554, así que eran cuñados.


    El contrato matrimonial establecía que Felipe sólo sería Rey mientras María viviese. Esto duró hasta 1558 como hemos dicho, y a partir de ese momento Felipe perdió cualquier derecho sobre la Corona inglesa.


    España dominaba la tierra con los Tercios y el mar con su Armada, pero eran muchos los territorios y mares que defender, así que la soberana inglesa se dedicó a apoyar a todos aquellos que pelearan contra los españoles (el porqué del odio a España es más complejo y habría que contarlo por separado) y, además, promovió una flota de piratas y corsarios que atacara las Plazas españolas en el nuevo continente y los barcos que regresaban de las “Indias” cargados de tesoros.


    La respuesta de Felipe II (llamado “el Prudente”) hasta el momento, había sido la de defender lo atacado, pero cuando el apoyo de Isabel I a los insurrectos flamencos se incrementó y por tanto la presencia española en Flandes se estaba convirtiendo en una auténtica sangría de recursos económicos y de personal, Felipe decidió que ya estaba bien, que aquello había que detenerlo.

 


La Forma: "La Empresa de Inglaterra"


    La idea (de manera muy resumida) era atacar la propia Inglaterra para, por una parte, obligar a todos los barcos que hostigaban a la flota española y todas las tropas que combatían en Flandes a volver para defender la isla, con lo que quedaría liberado el tráfico de los buques españoles entre América y Europa y en tierra permitirían una victoria más rápida de los Tercios en Flandes y, por otra, derrocar a Isabel I para modificar las relaciones entre ambos países y reinstaurar el catolicismo. En ningún caso la idea fue la de la invasión para la anexión de Inglaterra a la Corona española. Esto era a todas luces inasequible, tal como ha quedado demostrado en toda la documentación conservada.

 

    Con estos hilos se empezó a tejer ese traje. Esta fue una acción que se produjo dentro del marco de la que en España se conoce como “Guerra Anglo-Española” y que se desarrolló entre los años 1585 y 1604. 

 


El “Casus Belli”.


    En 1585 Inglaterra firmó con los rebeldes flamencos el Tratado de Nonsuch, en el que se pactaba una alianza militar con las Provincias Unidas de los Países Bajos para luchar contra España. En ese mismo año, Francis Drake, al mando de la flota inglesa atacó varias ciudades españolas, Vigo, Cabo Verde, La Palma, Santo Domingo, Cartagena de Indias, entre otras. Dos años después, en 1587 atacó Cádiz, Lisboa, el Algarve y las Azores.


    En Inglaterra, Isabel I mandó ejecutar a su prima, la católica María I Estuardo de Escocia que reivindicaba el trono inglés.


    Así llegamos a 1588. Felipe II ya no puede quedarse inactivo ante los sucesos que están ocurriendo en los tres frentes, el religioso, el político y el económico y da el visto bueno a la invasión de Inglaterra, ordenando a Don Álvaro de Bazán que organice su salida desde Lisboa. Tras muchos preparativos y problemas logísticos, la Grande y Felicísima Armada se hace a la mar un día jueves 30 de mayo de 1588.

    Inciso: Nunca se llamó Armada Invencible. Nunca. Esto fue un invento inglés a posteriori para engañar a su entorno y hacer creer que consiguieron una gran victoria.



Los Medios.


    La flota la componen 130 barcos de diferentes clases entre los que se contaba con 70 galeazas, galeras, galeones y naos y el resto naves menores o de abastecimiento y comunicación y unos 19.000 soldados y marinos. Aunque inicialmente se puso al mando de Don Álvaro de Bazán (vencedor en Lepanto y célebre por haber utilizado por primera vez en la Historia la Infantería de Marina en operaciones anfibias), su muerte en febrero de ese año hizo que Felipe II nombrara al Duque de Medina Sidonia Don Alonso Pérez de Guzmán como nuevo Comandante de la flota.



El Plan.


    Dirigirse con la flota hasta Flandes, con orden expresa del Rey de no entrar en combate y allí recoger o proteger el traslado de los Tercios Viejos al mando de Alejandro Farnesio hasta el territorio inglés desde los puertos de Dunkerque y Nieuport. Una vez en la Isla, derrocar a la reina Isabel I, reinstaurar el catolicismo y hacer que cesara la ayuda inglesa a los Países Bajos y los ataques piratas a la Flota de Indias y plazas de América.

    El día 30 de mayo de 1588 se inicia la travesía rumbo a La Coruña donde se haría un reagrupamiento. Una violenta tormenta sorprende a la Armada que once días después de salir se encuentra más lejos de La Coruña que el día de la salida. Las naves van llegando en cuentagotas y muy diseminadas, debiendo ser reparadas y reabastecidas, consiguiendo retomar la travesía 127 naves el día 22 de julio de 1588, con casi dos meses de retraso desde la salida de Lisboa.


    El día 26 de julio de 1588 comienza a empeorar el tiempo. La nao Santa Ana se separa de la escuadra y la galera Diana averiada el día anterior se pierde en la noche.


    Al día siguiente, 27 de julio, el temporal crece. El galeón San Cristóbal sufre graves averías en el corredor de popa. La flota se dispersa. En el recuento faltan 40 naves.

    

    El 28 amaina la tormenta y entre este día y el viernes 29 se reagrupa la Armada.

   

    El día 30 la Armada inicia su entrada en el Canal de la Mancha. La flota inglesa se encuentra en Plymouth sin estar preparada para el combate y sin poder salir a mar abierta por los vientos y la marea.

     

    El duque de Medina Sidonia convoca un consejo de guerra. Todos los altos cargos de la Armada opinan que se debería atacar ya que las corrientes y el escenario son sumamente propicios para acabar con todos los barcos ingleses en un enfrentamiento directo.


    Sin embargo, el duque de Medina Sidonia decide cumplir a rajatabla las órdenes de Felipe II, que estableció muy tajantemente que se debía evitar el enfrentamiento y llegar al Paso de Calais para contactar con los Tercios.


    Al ver que la Gran Armada pasaba de largo, esa misma tarde unos 120 barcos ingleses comienzan a salir de Plymouth a remolque de botes de remo al mando del almirante Howard y de Francis Drake.


    El 31 de julio ambas flotas avanzan en formación de combate. La inglesa a suficiente distancia para no ser abordada. Se producen algunas escaramuzas entre las naves y finalmente los ingleses se dejan caer atrás tras perder dos navíos, manteniendo la persecución, pero a distancia.


    En la escuadra española se producen dos accidentes, por una parte, chocan dos naos, quedando una de ellas a la deriva y por otra, la nao San Salvador sufre una explosión en su santabárbara de forma accidental, quedando destruida y con 200 bajas.


     El 2 de agosto se produce un encuentro entre ambas flotas. Hay distintos enfrentamientos con fuego de cañón. Los ingleses evitan el acercamiento y la posibilidad de ser abordados. Las bajas en ambos lados son mínimas. La Armada continúa su viaje hacia el este. Los ingleses reciben refuerzos y continúan la persecución a distancia.


   3 de agosto. Frente a St. Adhelm se produce un ataque a la urca "Gran Grifón" que ha quedado retrasada. La flotilla de Drake intenta tomarla, pero no se atreven a acercarse a distancia de abordaje y terminan huyendo ante la llegada de naves de auxilio.


    4 y 5 de agosto. Días sin viento. Frente a la isla de Wight continúan las escaramuzas. Se mantienen las distancias.


    6 de agosto de 1588. Batalla de Gravelinas. La flota española fondea frente a Calais. Si se sobrepasara este punto, el retorno por esa vía ya sería prácticamente imposible por las mareas y vientos de la zona. Los ingleses fondean a unos tres kilómetros y reciben nuevos refuerzos de 36 barcos. Por la noche, aprovechando la corriente favorable mandan naves incendiarias (brulotes) contra la Armada.


    7 de agosto. Llegan noticias de Alejandro Farnesio. Estarán preparados en seis días. Medina Sidonia ordena que los barcos más ligeros se interpongan entre ambas armadas para evitar el ataque de los brulotes.


    8 de agosto. 8 brulotes son enviados hacia la Armada española. Se desvían algunos, pero se debe dar orden de dispersar la flota y volver pasado el peligro. Esto resulta imposible debido a las fuertes corrientes. Algunas naves chocan entre sí. Ante esa dispersión, la flota inglesa al completo, compuesta de 153 barcos, comienza la batalla con gran superioridad en todos los combates. Pero a pesar de ello tan sólo consiguen hundir un barco, el "María Juan".


    Con sólo 5 barcos inicialmente, Medina Sidonia se interpone entre la totalidad de la flota inglesa y el resto de la española que intenta reagruparse. Conforme aumenta la capacidad defensiva española, los barcos ingleses a pesar de su superioridad numérica terminan retrocediendo con numerosas bajas. En un despacho de la reina se habla de 60 barcos que deben retornar a puerto "seriamente maltratados y con mucha gente muerta", publicando Isabel un bando para que "nadie fuese osado de decir el éxito de la Armada" para así esconder la vergonzosa derrota.


    9 de agosto. La Armada está dispersa por los combates anteriores. Hay un gran riesgo de encallar en los bajíos de Flandes. La flota inglesa aparece a unos 3 kilómetros. Son 109 barcos frente a los 153 del día anterior.


    En consejo de guerra se decide seguir intentando contactar con las fuerzas de Alejandro Farnesio frente a la segunda opción que es volver hacia España por el Mar del Norte.

 

    10 y 11 de agosto. Ante la inviabilidad de conectar con las fuerzas en tierra por los vientos y mareas desfavorables, se decide volver a España. Se inicia el racionamiento de alimentos ante la previsión de una navegación larga.


    La Armada continúa navegando hacia el norte seguida de la inglesa. Cuando Medina Sidonia ordena arriar velas para entablar combate con los ingleses, éstos hacen lo propio para evitarlo.


    12 de agosto. La flota inglesa cesa en la persecución ante la falta de alimentos, munición y la realidad de que la Armada española sigue rumbo norte y nunca van a querer enfrentarse cara a cara con ellos.

    13 y 14 de agosto. Se continúa rumbo norte. Se arrojan al mar los animales de tiro y carga para ahorrar agua.

    15 de agosto. La Armada recibe la orden de que cada nave navegue a su máxima velocidad rumbo a puerto español seguro. Los ingleses desconocen que intenciones tienen los españoles. Siguen lamiéndose las heridas en sus puertos.

    21 de agosto. La Armada entra en el Atlántico Norte tras bordear por entre las Islas Orcadas. Se intenta evitar el acercamiento a las costas de Irlanda al no tener planos de esa zona. Se manda un emisario a España para informar de lo sucedido y pedir que se preparen para recibir a la flota. Quedan en ese momento 112 de los 130 que salieron. De ellos llegarán finalmente a España, 93.

    Septiembre de 1588. A mediados de septiembre ya habían entrado en el puerto de La Coruña la mayoría de los barcos de la Armada.

    Pero no todos llegaron. Hasta 20 barcos naufragaron en las costas de Irlanda como consecuencia de la increíblemente catastrófica situación del clima en esas fechas.

    De esta forma concluyó la expedición de la Grande y Felicísima Armada de Felipe II.

    Una serie de contingencias no bien previstas, la difícil conexión entre las dos fuerzas, la Armada y los Tercios que debían participar en la invasión y una situación meteorológica especialmente violenta hicieron que la empresa no fuera culminada.

    Ahora la flota española debía permanecer en los puertos del Cantábrico para efectuar las reparaciones en todos los barcos. En realidad, la situación final, siendo mala, no fue de catástrofe total como la han querido pintar los ingleses ya que la mayoría de los barcos grandes regresaron a puerto, perdiéndose 37 de 130 en su mayoría buques menores y de carga.

    Y de los ingleses qué. ¿Qué hizo Isabel al respecto? Quieta no se iba a quedar. La Armada española estaba reparando los daños en los puertos el norte, Coruña, Santander, Pasajes, Laredo, etc. El momento era ideal para responder.

    Para ello y con aportaciones del Estado, propias y de particulares, armó una gran Flota a la que se llamó:

 


"La Contra Armada". 


    Si la Gran Armada de Felipe II contó con 130 barcos y cerca de 19.000 hombres, la Contra Armada la superó con creces. Partió con 190 barcos y 28.000 hombres.


    El jueves 4 de mayo de 1589, casi un año después de la salida de la Gran Armada española, aparecieron frente a la costa de La Coruña los barcos ingleses.


    Estaban comandados por el general inglés John Norris al mando del ejército embarcado y por el Pirata Francis Drake al mando de la flota.


    También se suma a la expedición Don Antonio, el prior de Crato, pretendiente bastardo al trono de Portugal, que fue heredado en 1580 por Felipe II.


    La encomienda de Isabel I a la Contra Armada era muy clara. Destruir completamente a la Armada española aprovechando que se encontraba en su mayor parte en reparación en los puertos del Cantábrico. Y en segundo lugar tomar Lisboa y reponer a Don Antonio de Crato como Rey de Portugal ya que había firmado con él una serie de concesiones que prácticamente convertían Portugal en un estado vasallo de Inglaterra.


    La toma de Lisboa era algo fundamental. Si caía Lisboa y el traidor portugués Crato era puesto en el trono, Inglaterra se garantizaba poner en la espalda de España un enemigo, tomar el control de todos los territorios portugueses de ultramar y hacerse con el control de las islas Azores, auténtica llave para controlar el retorno de los barcos españoles que volvían de las “Indias” cargados.


    El problema es que cuando quieres algo así, lo peor que puedes hacer es encomendar la tarea a un pirata. ¿Qué te puedes esperar? Pues lo que ocurrió. Que el amigo Drake pensó que antes de hundir barcos vacíos y en reparación era preferible atacar ciudades teóricamente indefensas y apropiarse de sus tesoros.


    Con lo que el pirata no contó es con que las poblaciones que pretendía atacar iban a vender muy caros esos tesoros.


    En primer lugar, atacó La Coruña, que contaba con una población de apenas 4.000 habitantes y que estaba defendida por unos 1.000 hombres y 5 barcos en mal estado.


    Drake atacó la población por mar y tierra. 25.000 hombres de guerra y 190 barcos contra 4.000 (incluyendo hombres, mujeres, niños y ancianos) y 5 barcos. ¿Qué se podía esperar sino una aplastante y rápida victoria?


    La realidad fue que tras muchos intentos de tomar la ciudad y que éstos fueran repelidos una y otra vez por la población a lo largo de los días del asedio, el jueves 18 de mayo de 1589, dos semanas después de su llegada, los ingleses cesaron el intento dejando más de 1.500 muertos a los pies de las murallas de La Coruña y reanudaron su navegación con varios miles de heridos a bordo y la moral por los suelos. 

     La defensa de la ciudad se basó en varios factores. Uno fue la gran idea de haber construido ese año un castillo en el islote de San Antón que, si bien no podía evitar el ataque por tierra, sí que pudo repeler todos los ataques por mar. Otra fue la encarnizada defensa que hicieron los coruñeses en todos los flancos. Los hombres en las murallas y las mujeres en el robustecimiento de éstas, el terraplenado del muro para dotarlo de mayor consistencia ante los bombardeos, el cierre de brechas y, cuando se hizo necesario, en la defensa y ataque cuerpo a cuerpo con picas y espadas contra los invasores que conseguían penetrar en las brechas de la muralla. En estos episodios destacó María Pita, que en una de esas gestas gloriosas que quedan en los libros de Historia, encabezó un ataque de las mujeres cuando los hombres estaban a punto de ser desbordados.

    La flota inglesa puso proa a Lisboa el viernes 19 de mayo para ejecutar la segunda de las misiones encomendadas. De camino, su ya numerosa formación, se vio incrementada por una nueva flotilla que al mando del duque de Essex había partido de Inglaterra para unirse al reparto del botín que se esperaba obtener. No fue la única flotilla privada. Hubo más, tanto inglesas como holandesas. Ninguno se quería perder el reparto.

    El día 25 el contingente inglés se detuvo a la altura de la población de Peniche, a unos 80 kilómetros al norte de Lisboa. Al día siguiente, unos 12.000 hombres desembarcaron al mando de John Norris y acompañados de Don Antonio de Crato iniciaron el avance por tierra hacia Lisboa. La idea era que el pretendiente al trono portugués fuera recogiendo adeptos a su causa por el camino y confluir con la flota en Lisboa con un gran número de combatientes.

    Pensaron que iban a ser recibidos por la población como libertadores, pero lo que encontraron a su paso fueron continuos ataques a sus columnas por parte de las guarniciones españolas que fueron requeridas a partir del ataque a La Coruña. El pueblo no se sublevó. Antonio de Crato no tenía tantos adeptos como pensaba. Más bien al contrario. Además, el hambre estaba causando estragos en los invasores ya que pensaron que iban a ser abastecidos por la población y no se pertrecharon de los suficientes víveres, a lo que se sumaron enfermedades contraídas en los barcos por su falta de higiene y que parece que fue favorecido por el hecho de que en el ataque a La Coruña fueron robadas en la zona del puerto las ropas que quedaban en los barcos que volvieron del ataque de la Gran Armada española el año anterior, las cuales estaban infectadas por la suciedad.

    En este punto podemos pensar ¿Cómo es posible que estemos en el siglo en el que el Imperio Español dominaba las tierras americanas, los océanos, acababa de derrotar al Imperio Turco en Lepanto, estaba en guerra con Francia y sobre todo en Flandes, era propietario de gran parte de lo que hoy es Italia, las grandes islas, y en el que los Tercios son la mayor y mejor fuerza de ataque de la historia hasta ese momento y por el contrario esté sufriendo un ataque terrestre y marítimo en su propio territorio?

    La situación se podría explicar con la propia descripción de la pregunta. Estábamos más a lo que pasaba fuera que dentro. En el norte el futuro rey de Francia, Enrique IV estaba a punto de invadir España por los Pirineos en connivencia con Isabel I de Inglaterra. En Flandes estaban la mayor parte de las tropas terrestres, los Tercios, que estaban obligados a mantener las posiciones en los Países Bajos en continua lucha y con el apoyo de Inglaterra. En el sur la propia Inglaterra favorecía el levantamiento de Bereberes, Marroquíes y Turcos. Además, se continuaba la lucha en el Mediterráneo contra los piratas.

    En resumen, Inglaterra, que no tenía ejército ni armada capaz de oponerse frontalmente a España, estaba empeñada en desestabilizar y picar en todas partes en las que estuviera el Imperio Español. Se unían Inglaterra, Francia, Holanda y el Islam Mediterráneo para atacar en muchos puntos a la vez.

    Felipe II tenía una gran flota en reparación apenas operativa y unos efectivos terrestres, los más temidos de la época por su eficacia, bloqueados en una guerra a muchos kilómetros de España.

    Volviendo a Lisboa, Drake echó el ancla en posición defensiva frente a Cascáis sin atreverse a introducirse en la desembocadura del Tajo a pesar de que con ayuda de la marea alta podía haberse plantado en el mismo puerto sin grandes pérdidas, pero su táctica había sido siempre atacar con ventaja y esta vez no iba a cambiar. Era el 30 de mayo de 1589, justo un año después de que la Gran Armada española iniciara su partida hacia Inglaterra.

    En el interior de la ciudad se detectaron algunos grupos conspiratorios leales a Don Antonio de Crato, pero fueron insignificantes y debidamente anulados.

    Entre las escaramuzas continuas de las tropas españolas a la fuerza terrestre y la protección de los cañones del Castillo de San Jorge que desde su altura y posición dominaba los accesos a Lisboa, la realidad es que la empresa de la toma de la ciudad no iba a ser fácil.

    El 2 de junio, los ingleses iniciaron el ”Gran Ataque” a las murallas de la ciudad. Fueron rechazados en la mayoría de los puntos y tuvieron que retirarse vencidos y con numerosas bajas.

    Por la puerta principal de la ciudad, la de San Antón, se hizo una salida de soldados viejos a pie y a caballo. Se enfrentaron unos 5.000 españoles contra unos 11.000 ingleses en la parte baja de Lisboa. Los ingleses ya sólo peleaban por su vida, lejos quedaba en su memoria la idea de obtener un botín, que era a lo que habían venido. Bastante era que salieran vivos de aquella empresa. Terminaron retrocediendo a pesar de su mayor número y atrincherándose en sus posiciones iniciales tras dejar centenares de muertos en el campo de batalla y el camino de retirada.

    El amanecer del día 4 de junio mostró la imagen de un ejército totalmente descalabrado. Norris ya sólo podía preparar la retirada y reembarque de lo que quedaba de su ejército.

    En la noche del 4 al 5 se vieron numerosas hogueras en el campamento inglés. Pero esto fue un ardid para hacer creer a los españoles que estaban allí refugiados, cuando en realidad lo que habían hecho es huir hacia Cascáis aprovechando la noche. En esta huida abandonaron a sus heridos y enfermos. Hasta ese momento el número de bajas inglesas se contaba entre los cuatro y cinco mil hombres.

    En Cascáis permanecieron durante varios días. Se aprovisionaron de lo que capturaron en el puerto, entre otras cosas una gran cantidad de trigo que estaba cargado en los barcos allí amarrados. Las fuerzas de tierra también terminaron comiéndose sus propios caballos. Todos los accesos a la ciudad estaban siendo bloqueados por las fuerzas españolas que iban acudiendo desde diversos puntos de la península a socorrer la ciudad. También se habían reunido varias flotillas que no cesaban de hostigar a los barcos ingleses.

    Para el día 10 de junio ya estaba clara la completa derrota inglesa. De los cerca de 200 barcos que salieron de Inglaterra, apenas quedan frente a Cascáis 140. Pese a todo, los mandos españoles no se fían y mantienen las posiciones en la entrada de Lisboa.

    Hasta el 15 de junio fueron confluyendo en el entorno de Cascáis numerosas fuerzas terrestres y por mar varias flotillas. Esto aceleró el embarque de los ingleses que se llevaron consigo todo lo que pudieron cargar y lo que no, lo quemaron. Por la noche ya solo permanecían en territorio hispano las fuerzas de tierra que habían quedado en Peniche guardando la retirada.


    Al día siguiente, llegó desde Inglaterra una escuadra de 17 barcos con abastecimientos y el correo. Cuando los acontecimientos de La Coruña llegaron a oídos de la reina Isabel I, ésta entró en cólera y mandó una carta a Norris y Drake en la que les exigía la inmediata vuelta, recordándoles que la principal misión de la Contra Armada era la destrucción de los restos de la Gran Armada y que en vez de ello se detuvieron en La Coruña, donde además de no existir ningún objetivo principal, se gastaron medios, municiones, hombres, tiempo y vituallas que después se demostraron necesarios. Cuando Isabel escribió la carta se refería únicamente a la escala en La Coruña. En ese momento no tenía ni idea de que la intención de Drake y Norris era poner rumbo a Lisboa. Ella pensaba que se había perdido tiempo en Coruña, pero que después su Armada se dirigiría a Santander a completar la misión. ¡Qué equivocada estaba!

    Drake estaba perdido. Ninguna excusa le hubiera valido. La situación se hacía insostenible en el puerto. Había varios Brulotes esperando un viento favorable para ser lanzados al centro de su desorganizada flota. Había que salir ya. Como el viento no era favorable para poner rumbo norte, decidió dirigirse hacia las Azores para así intentar aportarle a la reina algún triunfo que rebajara su ira. El 18 zarpó en esa dirección. Las galeras españolas esperaban ansiosas su salida de puerto. Era la hora de terminar la faena.

    Entre el 19 y el 20 de junio se produjo la salida de la Contra Armada de puerto. Las aproximadamente 20 galeras españolas salen en su persecución. Los mejores barcos de la flota inglesa aprovechan el viento de poniente para poner mar por medio sin presentar batalla, pero los barcos más lentos son atacados, hundidos o capturados por la española. La flota se dispersa. Los holandeses y privados son los primeros en abandonar la formación. Sálvese quien pueda es la consigna. Drake se piensa mucho lo de dirigirse a las Azores ya que sus barcos y sus tripulaciones están muy mermadas y la presencia de la flota española a su zaga no le da garantía de victoria.

    Mientras tanto, en Peniche todavía quedaban los 500 ingleses que se había dejado para cubrir la retaguardia a la espera de que los reembarcaran. Pocos, muy pocos consiguieron embarcarse en algún barco que vino a recogerlos. No hay muchos datos de esto, pero es fácil pensar que no fueran muy bien tratados por los españoles que los apresaron. La huida fue tan apresurada que quedaron en tierra los papeles y documentos personales de Don Antonio de Crato, en los que se recogía todo lo acontecido en la campaña, los tratos habidos con la reina inglesa y los partidarios que esperaban su advenimiento. Con estos datos se desbarató de forma definitiva la trama del Prior de Crato.

    A esas alturas podría decirse que mientras que la parte de la flota que zarpó primero de Cascáis, en la que iban entre otros los refuerzos llegados, los holandeses y los heridos y enfermos, se dirigía sin duda rumbo norte hacia Inglaterra, Drake no terminaba de decidir cuál sería su destino y mientras esperaba vientos favorables se movía por la línea de costa intentando ganar poco a poco el norte.

    Después de diez días de una penosa navegación, Drake necesita hacer una parada de emergencia y decide entrar en la Ría de Vigo. Fondea frente a Vigo dejando un par de decenas de barcos bloqueando la entrada frente a las Islas Cíes. Vigo no estaba preparada para defenderse. La población abandona sus casas salvando lo que puede y una pequeña fuerza armada queda de guardia observando los movimientos de los ingleses.

    Éstos, tras desembarcar por varios lugares sin encontrar oposición, se dan al saqueo y pillaje de todo lo que pueden encontrar en la ciudad y por los alrededores, que poco es. Los vecinos armados junto a las guarniciones que se iban aproximando a la zona, fueron castigando a los asaltantes que lo único que pretendían a esas alturas era conseguir algún botín que llevarse al cinto, arrasando con todo lo que encontraban a su paso.

    El 1 de julio llegaron fuerzas españolas de “soldados viejos” desde La Coruña a las que se unieron otras que procedían de diferentes lugares de Galicia y Portugal. Se estaban cambiando las tornas. Ahora los sorprendidos, atacados y muertos por centenares eran los ingleses. Drake ordenó reembarcar a todos. Los que no pudieron subir a los barcos fueron ahorcados a la vista de su flota.

    La huida tampoco fue fácil. A causa de un temporal, los barcos mandados por Norris no pudieron alcanzar mar abierto, separándose de los comandados por Drake. Se perdieron en esta salida varios barcos más. El retorno hacia Inglaterra era penoso. Los barcos eran ataúdes flotantes. La peste estaba causando estragos entre los tripulantes. Los enfermos y heridos morían a cientos. Está documentado que un barco de nombre “Gregory” iba tripulado por sólo dos hombres y dos chicos aptos para el trabajo. Era lo más parecido a un “barco fantasma”. Norris consigue finamente salir de la Ría de Vigo con unos treinta barcos. Drake a esas alturas anda a la altura del Cabo Finisterre y no tiene claro para dónde ir.

    Para el 5 de julio ya se puede decir que “ha pasado el peligro” y que esta Contra Armada ya no va a volver a tocar tierra española. Bastante tendrán con llegar a sus puertos.

    El retorno de los barcos ingleses se produjo en cuentagotas, con más barcos en solitario que en grupo. Todos con los mínimos de personal para gobernarlos. Muchos quedaron a la deriva o hundidos al no tener a nadie en condiciones para navegar. Es curiosa la comparación entre las dos Armadas. En el caso de la Gran Armada española ocurrió que los hombres se quedaron sin barcos que fueron maltratados por las tormentas y en el inglés fue al revés, los barcos estaban, pero no tenían hombres suficientes para gobernarlos.            Finalmente, Drake llegó a Plymouth el 10 de julio y Norris el 13. Cuando se encontró con Drake tuvieron algo más que palabras. A la reina le quisieron contar mentiras sobre el desastre que realmente sucedió y que sus acciones habían sido correctas, pretendiendo haber obtenido triunfos que no existieron. El intento de engaño a la reina fue tal que se llegó a pensar en preparar una nueva flota que rematara lo que quedaba de la española en Santander y acto seguido hacerse con la “Flota de Indias”.

    Mientras tanto en Plymouth se propaga la peste que han traído los supervivientes.

    Los que volvieron tuvieron que reclamar su paga, que se vio resuelta con cinco chelines.

    Esto fue insultante para los hombres y se llegaron a producir tumultos que terminaron con el ahorcamiento de siete de ellos.

    Ese fue el premio por luchar por su Reina.

    Según los listados de los pagos, de los 27.667 hombres alistados, se presentaron a cobrar su paga 3.722, siendo unos 5.000 los que volvieron aproximadamente. ¡Más de 20.000 bajas!

    Y con los barcos pasó algo similar. Los ingleses ocultaron toda información sobre esta expedición, pero se pudieron contar al menos 200 barcos antes de la llegada a La Coruña. Según escritos a la vuelta, se contabilizaron 102 barcos regresados, todos ellos en penosas condiciones.

    A partir de aquí es cuando comienza la “Gran Mentira”. Se escribe tanto sobre el éxito de la Contra Armada y el fracaso de lo que comienzan a denominar como “Armada Invencible” española, que se termina creyendo a base de ser repetido en todos los lugares. Es la gran demostración del espíritu inglés, “hacemos grande lo que es verdad y lo que es mentira lo convertimos en verdad para hacerlo grande”. Y así llegamos hasta hoy mismo.

    Drake y Norris fueron juzgados por una Comisión que los encontró responsables de la catástrofe, tanto estratégica como financiera, pero para mantener el engaño no podían ser condenados públicamente, así que se les apartó muy discretamente del mando.

    A base de repetir falsedades en todos los medios de comunicación existentes en cada época y hasta la fecha, se ha glorificado una deformación de lo ocurrido en realidad mediante la insistencia en diferentes y falsos tópicos, como por ejemplo el mismo nombre de la escuadra española que en ningún caso se denominó “Invencible”.

    Igual de falso es que la Armada española sufrió un descalabro insuperable tras la Empresa de Inglaterra, ya que la mayoría de los buques perdidos fueron los más pequeños o de carga y que a finales del año siguiente estaba totalmente recompuesta. Y no solo eso, sino que además se creó una red de cobertura de los barcos que volvían de América, agrupándolos en convoyes y protegiendo su regreso. De todos los barcos que se perdieron en este trayecto, tan solo un 10% fueron por ataques piratas, siendo el 90% por las tormentas y tempestades atlánticas.

    Están documentados los barcos que se perdieron en la “Gran Armada” española, sólo se perdieron 3 galeones, que fueron los barcos que lucharon principalmente contra los ingleses. El resto, hasta 32 barcos fueron barcos menores y de transporte, siendo 28 los que naufragaron en el regreso por las tormentas. En la “Contra Armada” inglesa se perdieron más de 100 barcos. Y aquí hay que tener en cuenta que los barcos ingleses eran mayormente de combate ya que no pretendían mantener los territorios invadidos.

 

 Las bajas humanas también son esclarecedoras. Por parte española se perdieron unos 11.000 hombres en 1588 y unos 900 (la mayoría civiles) en 1589. Los ingleses perdieron unos 9.000 en 1588 y más de 20.000 en su “glorioso” contraataque de 1589.

 

      Para finalizar, decir que no se puede negar el rotundo fracaso de la misión principal de la “Grande y Felicísima Armada” de Felipe II, ya que no cumplió su cometido. Y esto fue debido a la errónea planificación inicial y a los graves fallos propios de coordinación entre fuerzas de mar y terrestres, así como a un tiempo catastrófico en el mar.


    También es innegable y mucho mayor por sus números, el fracaso de la “Contra Armada” inglesa, el cual no se debió a un mal plan. La idea era perfecta. Sin dar tiempo, se pretendía atacar los maltrechos barcos españoles en los puertos en los que se estaban reparando. Se habría liquidado la flota española y ello habría supuesto la toma de las Azores primero y de los puertos americanos después con todos sus tesoros.


    Si esto no se produjo, fue por el hecho de que la flota estaba compuesta en su mayoría por piratas y aventureros sin más visión que la de llenar sus arcas con los botines que se iban a conseguir y por la ineptitud del mando inglés, que lejos de visionar lo que se podría producir si se anulaba la flota española, se cegó con la posibilidad de un botín rápido y fácil, menospreciando a los que pretendía saquear.


    Lo que no tiene mucha explicación es el por qué, a estas alturas y con los medios de comunicación que hay, al menos en España, se desconoce la verdad de estas historias, cuando en el caso de la Empresa española, ésta está totalmente documentada. Y la inglesa, en lo que respecta a la parte española también. La parte inglesa fue ocultada, al igual que la humillante derrota que sufrieron los ingleses 52 años después en 1741 en Cartagena de Indias, donde a pesar de haber fracasado absolutamente, tuvieron la desfachatez de imprimir monedas donde figuraba una rendición que nunca ocurrió.


    Es lamentable que en los colegios de nuestro país se nos haya hecho creer la versión inglesa. Toda la vida hemos llamado “Armada Invencible” a la Gran Armada y de la “Contra Armada” inglesa ya no es que nos hayan contado mentiras no, es que ni siquiera sabíamos que existió. Pero ¿quién escribió los libros de Historia con los que estudiamos en el colegio?


    ¿Quién escribe los libros de texto?


    Que busquen en el Archivo General de Simancas, la Real Academia de la Historia, Museo Naval, Biblioteca Nacional, Diputación y Ayuntamiento de Coruña, etc.


    Ahí están los documentos para quien quiera comprobarlo.

Texto revisado 31-10-2024

/.

No hay comentarios:

Publicar un comentario