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20 diciembre 2020

El nacimiento de Yeshua bar Yosef. Lo que viene siendo la Navidad.

     
En el año 274 de nuestra Era, el Imperio Romano era un sindiós de Dioses. Había para todos los gustos y necesidades. Fornax, para los hornos de pan; Discordia, para los desacuerdos; Mefitis, diosa de los vapores venenosos de los lagos volcánicos, Puta, diosa de la poda; Trivia, diosa de las encrucijadas; en fin, dioses para todo. Y si no existía se creaba. Y también se admitían los dioses de otras culturas. En el panteón romano cabían todos. El romano de la época era muy campechano para estas cosas.

    Así las cosas, el emperador Lucio Domicio 
Aureliano, de turno desde el año 270 hasta el 275 que, cómo no, fue asesinado, un año antes de palmar y viendo que el Imperio se le desparramaba por la crisis independentista de la época, y que Egipto, Siria y Palestina, Hispania, Galia y Britania, estaban más allá que acá, decidió que una buena medida para intentar reunificar al personal era la de dotarles a todos de un Dios superior, un Dios de Dioses, un Imperio, un Dios, y así se inventó al Deus Sol Invictus o Invencible Dios Sol. Y le consagró un templo de lo más cuco en el mismísimo Campo de Agripa y lo llenó de estatuas y ornamentos con lo que había sacado de la guerra con el Imperio de Palmira, en oriente.

    Ahora había que ponerle fecha al nuevo festivo. Para un Dios naciente que mejor época que el Solsticio de Invierno, cuando las noches comienzan a decrecer y el Sol empieza su reinado de luz. Cuando la tierra estaba ya sembrada y es el momento de descansar y esperar a la primavera. Esto ocurría entre el 20 y el 23 de diciembre. El problema es que en Roma ya existían unas fiestas muy locas para conmemorar ese momento. Se llamaban Saturnales, fiestas en honor del Dios Saturno, dios de la agricultura. Se cerraban los colegios, no había ejecuciones, los obreros descansaban, se celebraban sacrificios, banquetes, fiestas, incluso a los esclavos se les permitían ciertas libertades con sus amos, que hacían la vista gorda y las casas se decoraban con velas, cintas y regalos para todos. Con el tiempo llegaron a durar hasta siete días.

    Que mejor momento para colocar al nuevo Dios que en estas fiestas ya asentadas en el pueblo. Pues tras el último día de Saturnalia. O sea, el 25 de diciembre. 

    Vaya por Dios, nunca mejor dicho, el 25 de diciembre. ¿De qué me suena esta fecha? ¿Será casualidad?

    Pues no. Con la Iglesia Cristiana hay pocas casualidades. 

    Segunda Parte. Andamos por el año 354. En Roma gobernaba el Emperador Constancio II. En el mundo Cristiano el patio está muy revuelto. El Papa reinante es Liberio, el número 36 desde 352 a 366. Andaban a la greña entre Concilios, Obispos que querían mandar mucho, Arrianos, Ortodoxos, Sínodos y Herejes varios. En el año 354 asoció el nacimiento de Cristo con la Fiesta de Mitra, diosa de origen persa, aprovechando, miré usted que casualidad, que la Iglesia cristiana había absorbido recientemente a un gran número de adoradores de Mitra que se convirtieron al cristianismo. En cualquier caso, Liberio aprovechó que su predecesor Julio I había fijado para la Iglesia de Oriente el 25 de diciembre 
para asentar esa fecha que hasta entonces se celebraba junto a la Epifanía el 6 de enero.

     El día era inmejorable, los cristianos también celebraban las Saturnales, los romanos ni te digo, los conversos mitrenses también. El nacimiento del Sol Invicto no era difícil asociarlo al de otro invicto, Jesucristo. Pues ya está. Jesús nació en la madrugada del 25 de diciembre.

    Nadie tiene ni puñetera idea del día que nació Jesús. Es prácticamente imposible que lo hiciera a finales de diciembre en una cueva o pesebre. En Palestina en esa época del año hace un frío que pela y hay consenso en diferentes fuentes en que había rebaños y pastores durmiendo al raso. Según los cálculos de expertos, la fecha más probable sería primavera o verano, pero nadie pone la mano en el fuego por una fecha.

    Del lugar también se puede hablar. No consta en ningún sitio que en el Imperio Romano se exigiera el traslado al lugar de nacimiento para el Censo. El Censo se establecía para el pago de impuestos y los impuestos se pagaban en el lugar de residencia, no en el de nacimiento. Así pues, es más que probable que Yeshua no naciera en Belén, sino en Nazaret. Nacer en Belén venía bien para cumplir la Profecía que decía que el Mesías debería ser de la estirpe de David, quien había nacido en Belén. Pero entonces y según los usos de la época que añadían al nombre el lugar de nacimiento, debía haber sido conocido como Jesús de Belén y no como Jesús de Nazaret. Nazaret era una aldea pequeña en Galilea. Si tenías que ser Mesías molaba más ser de Belén.

    Conclusión: La Navidad es una celebración en la que se conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret. No importa el día real ni el lugar en que ocurrió. Es sólo una fecha establecida en un momento posterior y para unos fines concretos. Y ahora vas y te matas por celebrar la Navidad ese día, no otro.

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